La tierra que nos queda (I)





Naturaleza ignota

   La grandiosa fuerza telúrica de la naturaleza es la cualidad más significativa de esta última muestra pictórica que Manuel Ruiz nos presenta, evidenciando su firmeza evolutiva innata y el inseparable compromiso artístico y vital. Su arte nos sorprende y seduce no sólo por la maestría y seguridad de realización, obvias en cada una de sus propuestas, sino por el carácter ignoto que emana de todas ellas.

   La antítesis dialéctica utilizada, desplegando previamente la abstracción plástica para dar paso inmediato a la referencia visual reconstruida, es la clave que nos permite descubrir la más pura esencia de lo representado. La creación celebra la unión inexorable del binomio formado por lo universal subjetivo y por lo particular objetivo, lo cósmico y lo limitado.

   No es casual el especial lugar elegido por la mirada del pintor como motivo generador de esta obra unitaria: el "Castillo del Romeral", emplazamiento indómito, árido y desolado del sur de la isla, visitado y observado innumerables veces por el artista, donde el vendaval y el océano forjan a la tierra yerma, gestada por el fuego.

   Esta total empatía del autor con el medio, aparentemente áspero e inhóspito, revela su pensamiento estético, en el que el aislamiento se torna fundamental en el proceso creativo. Ruiz encuentra en la soledad del entorno la voz irrefutable de las fuerzas primigenias que moldean la tierra: los palmerales sacudidos por torbellinos de aire y tierra, las costas violentamente azotadas por el viento y el mar, los paisajes baldíos y desnudos, a los que se les han arrancado toda posibilidad prolífica, y la total ausencia de vestigio humano, apenas evocado por la imagen de una barca encallada, son símbolos que nos revelan lo efímero de la existencia y rememoran la magnificencia de la despiadada naturaleza, que se transmuta
en eterno movimiento.

   Manuel Ruiz afronta con factura implacable estas nuevas pinturas, que transitan desde la más enérgica gestualidad dramática hasta lo lírico y reflexivo. La técnica mixta, en la que se dan cita el collage, el acrílico, el dripping, las veladuras, el grafismo y las anchas pinceladas fulgurantes, es el procedimiento volcado en los soportes, a veces rayados y horadados, en una explosión colorista y dinámica trazada con absoluta valentía, que simula vastos y sobrecogedores espacios inhabitados.

Juan Manuel Ruiz